Así como los adolescentes desplazan a los padres por los amigos, así también valoran la
existencia de la familia, respetan a los adultos y rechazan la disgregación del grupo familiar.
El adolescente se reconoce más seguro de sí mismo cuando
vive y se forma en un ambiente cultural y afectivo adecuado. No confían en los padres que quieren asumir
su rol sólo de vez en cuando. Prefieren acercarse a otras personas adultas en lugar de tener padres a medias.
Valorizan la existencia de pareja en un contexto de amor; creen en el matrimonio y la trascendencia del ser humano a través de los
hijos.
Rechazan la violencia y defienden los derechos humanos y la justicia social. Les interesa los temas de actualidad y los
conflictos sociales.
A los adolescentes les gusta que se les valore su opinión,
que se les haga participar en las decisiones que toman los adultos
especialmente si a ellos les afecta directamente. Valoran
la sinceridad y la franqueza. Por eso, se debe tratar que la autenticidad de estos
jóvenes sean canalizadas hacia experiencias positivas que vayan orientando sus actos por
buen camino.
También les gusta que los adultos tengan confianza en ellos y que se les demuestre esa confianza
para hacer buen uso de la libertad que
tanto valoran. Cuando están confundidos o tristes, esperan ser comprendidos.
Por lo general, los adolescentes son muy críticos de la
realidad; sienten inconformismo y quieren cambios, siempre para mejorar.